Antes de dormir da vueltas con la estrellas de su mano, enrieda y desenrieda los dedos y yo me pregunto quién está viajando por el gen y le está obligando este ritual para dormir.
Cuando sonríe pienso en las mandarinas que comía en las ramas y, no se por qué, me acuerdo de una casa demolida donde gritábamos para ser dobles, con el techo a cielo abierto.
El corazòn suelta su bombero, apaga los espacios emocionados para que podamos respirar.
Hace mil sueños que mi hijo era este hijo. Y yo siempre tenía uvas en la boca.
Ahora, lo aprieto contra mi; él conoce mi latido. Soy su centro, su sol, su dios y el comienzo de sus penas.