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Channel: Universo Veniaca
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regalos

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Cuando teniamos 18 con mi amiga Damiana recitábamos de memoria capítulos de Rayuela. Recien llegadas de nuestros pueblos, Buenos Aires tenía la misma contextura: partíamos de la tierra y, si nuestros tiros eran precisos y el equilibrio nos acompañaba, sabiamos que íbamos a ganarnos el cielo. El día comenzaba a las 8 de la noche y se extendía hasta que las panaderías de la Av Santa Fé despertaran. Estudiábamos y amábamos a Julio Cortázar con devota pasión. Habiamos desarrollado un sistema perfecto para saber si el hombre que conocíamos era "el que teniamos que encontrar" y repetiamos como un salmo: ándabamos sin buscarnos sabiendo que ándabamos para encontrarnos. Si el elegido apretaba el dentífrico desde abajo lo descartábamos. Si deciamos "toco tu boca, con mi dedo toco tu boca..." y él no reaccionaba y no decía la palabra clave "cortazar", entonces lo desechábamos sin conmisceración....
"Julito" era Cortázar, y nuestros respectivos "Rayuela" tenían anotaciones, tachaduras, puteadas, flores secas, plumas encontradas, hojas de los otoños...
La amistad es así, es ese trazo que va de la vida, de sus instantes, a los libros compartidos, la memoria exaltada y la alegría. Un trazo que une todas las lágrimas clandestinas y los platos de comida.
Pasaron los años, Damiana viajó a Paris, y desde allí recibí este regalo (esta foto) con la nota que le dejó a Julito, el nuestro, firmada por las dos, allá, en su tumba en el cementerio de Momparnasse.
La nota dice "gracias". Y nosotras llegamos al cielo...llegamos al cielo.

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